La escultura como cuerpo híbrido.
La escultura nos muestra una manufactura a la vista, por el cosido persistente de las piezas de género que la componen, estas piezas son las que configuran la totalidad del cuerpo desde una previa unión artesanal e irregular, constituyendo así su identidad. Refiriéndonos a la identidad como aquel concepto de distinción de un cuerpo, el cual dialoga con el espectador de una forma directa, y en este caso, visual. Los Retazos de arpillera y crea, nos remiten a diferentes situaciones sociales. La arpillera es un material de uso popular utilizado en diferentes quehaceres, tales como artesanías, bordados, agricultura, etc. Y la crea por otro lado nos remite a las Bellas Artes; las pinturas como el elemento más identificador socialmente con las artes, son generadas gracias a la tensión de este género al bastidor.
Y al ser unidos a través de la costura comienzan un camino de acercamiento y conversación. Este diálogo se visualiza con una intensión poética en estos cuerpos "híbridos"; que son "híbridos" por esa unión -entre las artes y lo popular-, crudamente por medio de la costura, un método de sanación que intenta dar comienzo a un camino de disputas, congruencias, debates y analogías entre el mundo de las artes y el mundo pupular que tan alejados y dispares se han encontrado siempre a lo largo de toda la historia, pero que ahora en esta posmodernidad comienzan a unirse a través de este ecléctico mundo de las imágenes y los medios de comunicación.
Como cuerpo tridimensional, la escultura es un objeto situacional que posee la característica de trasmitir, y por ende contiene caracteres y conceptos que tangibles o no, poseen un lugar; este lugar en donde se encuentran y confluyen dichos conceptos atribuidos al cuerpo tridimensional, poseen asidero visual en este cuerpo para su deposito y regocijo.
Esta contención varía en su fondo, y por ende se verá trasformada su forma, dependiendo de que va a contener.
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