c u e r p o h í b r i d o
una breve reflexión
martes, 8 de febrero de 2011
lunes, 21 de junio de 2010
Proponer a la escultura como un cuerpo dócil, frágil y transitorio.
Producir analogía entre la escultura como cuerpo frágil y transitorio, con el cuerpo humano como producto de naturaleza orgánica. Evidenciando con esta analogía que ambos poseen un determinado periodo de vida
Visualizar la identidad híbrida de todo constructo creado por la naturaleza (femenino – masculino) (Hombre- mujer) ( occidental- indígena) (Autóctono- alóctono)
Adjuntar simbologías propias de lo femenino y de lo masculino, como contrucción de todo cuerpo creado.
Relato desde la escultura como composición híbrida en constante transformación, que haciendo énfasis en lo frágil y en lo transitorio, cita a lo femenino.
La escultura durante siglos fue concebida como lo perpetuo e inmanente, deduciendo de estas características su principal labor, aquella de perdurar a través de la historia. Esta característica de lo eterno, propia a la escultura, plantea, a su vez, el cuestionamiento si esta podría llegar ha ser caducada, dócil y dúctil; generando así un diálogo con el espectador, bajo la analogía de su condición humana, de naturaleza transitoria.
Si abordamos la escultura desde lo blando y lo dúctil dejamos al descubierto la problemática de entender la escultura como aquello que posee características propias de un cuerpo frágil, es decir, un cuerpo cuyo afán no consiste en perdurar a través del tiempo, sino más bien, evidenciar que todo cuerpo existente posee un periodo de vida, y que dicha característica es afín a nuestro constructo como “seres humanos”.
El interés de este punto se encuentra en resaltar la capacidad de expansión que posee la escultura al cargarse con los códigos de lo frágil, significancia que se asemeja al funcionamiento del cuerpo humano producto de su esencia orgánica. Esto nos lleva a hacer también una analogía entre la escultura como cuerpo efímero, poseedor de un determinado periodo de vida, y el ser humano como generador de vida.
Como ya sabemos el ser humano se origina desde un hombre y una mujer, es decir posee dos polos que lo conforman, el masculino y el femenino. Si leemos desde este territorio, todo ser proviene de estas dos cargas, si cada creación posee su lado femenino, también debería tener su lado masculino, por ende el equilibrio de uno y otro polo conforman la esencia de cada ser. Lo femenino es lo que nos interesa resaltar en esta propuesta, adjuntándolo con toda la simbología adquirida en conceptos como la vida, lo efímero, la naturaleza, la madre tierra, la mujer y la fertilidad, ayudando así a la conformación de un nuevo relato de lo femenino dentro de la escultura.
Por un lado un relato que nos hable de re-descubrir ese lugar utópico del cual provenimos, de ese espacio del cual procedemos, de aquel que nos recibió al nacer, territorio frágil en donde se puede abstraer esa esencia que nos concierne como seres dentro de un territorio latinoamericano, poseedores de una identidad construida de retazos, de pedacitos de historia. Y por otro el relato de concebir la escultura como un cuerpo frágil, dócil; que dialoga con el espectador a través de su semejanza como constructo orgánico.
Siendo la experiencia sensitiva la que nos encamina a encontrarnos con esa íntima necesidad que insta a volver a nuestros comienzos; visualizado en el acto primitivo de “volver a la fuente materna”, a encontrarnos con nuestro nacimiento, y con él dar por evidenciado esa particular fuente de la cual provenimos los latinoamericanos. Matriz mitad autóctona, mitad alóctona[1], iluminado el accionar que promueve esta propuesta, trabajo que manifiesta la identidad de la cual provenimos y debemos de resguardar ante una actualidad desfavorable, que constantemente produce un efecto deshacedor bajo la homogenizaci
[1] Que no es originario del lugar en que se encuentra.
Diccionario de la Real academia de la Legua española, extraído desde:
http://www.rae.es/rae.html
jueves, 16 de abril de 2009
I N T R O
Desde el significado de escultura tradicional, entendido como “arte de modelar, tallar o esculpir en barro, piedra, madera, etc., figuras de bulto.”; podemos vislumbrar que estamos definiendo un concepto que con el pasar de los años ha ido modificando su carácter, pero que a pesar de la evolución que ha tenido la escultura desde los tiempos modernos hasta hoy en día; aun siguen persistiendo algunos preceptos que lo enlazan con esta forma arcaica de entenderla.
Podemos deducir que la escultura aun sigue conservando ciertas características que la hacen propia de ser una obra tridimensional; dicha característica se refiere a que la escultura aun sigue siendo el contenedor de materia física, materia que se encuentra espaciada según lo determine la obra.
Hablaremos conceptualmente de la escultura bajo su definición tradicional de contenedor; que sigue persistiendo; pero abordándola desde un trabajo escultórico contemporáneo; enlazándola con la historia del arte bajo un linaje que comienza con las esculturas blandas de Cloes Oldenburg, siguiendo con la propuesta política europea del Arte Povera generando una estrategia innovadora en la utilización y el estudio de nuevos materiales para la conformación del hecho escultórico y que finaliza en los años setenta con el despertar social del arte de género y su postura reivindicadora del papel de la mujer en la sociedad actual.
“Contener” es la acción que queremos llegar a visualizar dentro de esta propuesta. La historia del arte particularmente el campo de la escultura, a pesar del desplazamiento conceptual que a sufrido aun sigue siendo un contenedor de materia, materia que lleva o encierra dentro de sí otra significación; y que produce analogía al vincularla con el tema de la mujer como contenedor de vida.
Ahora entendiendo a la madre tierra como una metáfora de devoción que gran cantidad de grupos humanos de todo el mundo practica como parte importante de su cosmovisión; fervor que se encuentra involucrado a la razón de existir de dichos pueblos; como lo es el culto a “la dadora de vida”, a “la madre de la existencia”, “a la Pachamama” va estrechamente vinculado a la relación que tiene la tierra con el rol femenino de la fertilidad y la fecundidad.
Esta fecundidad se ve materializada en el cuerpo de la hembra, el que se encuentra diseñado anatómicamente para ejercer la labor de albergar al ser en sus primeros meses de vida. Este centro de albergue posee las cualidades propicias para brindarle al ser todo lo que requiera, es un lugar en donde se encuentra a salvo según las necesidades solicitadas por él, ya que se halla incapacitado para vivir autónomamente.
En la espacie humana, es la mujer la encargada de ejercer este trabajo, son nueve los meses que el ser en gestación requiere de la madre antes de su llegada a este mundo. Y el lugar que lo aloja durante estos nueve meses es el útero, aquí es donde yace el cuerpo del embrión, cobijado del exterior, vive con todas las necesidades y condiciones propias que un ser como él requieren. El útero vendría a ser nuestro primer lugar ha habitar; siendo este un espacio íntimo, seguro e incondicional. Podemos deducir que el cuerpo de la mujer al tener dentro de si al embrión por nueve meses de gestación es un “contenedor” de vida humana, la que se presenta como un acto de cobijo y de protección, al poseer al ser dentro de su cuerpo y brindarle todo lo necesario.
La cercanía de mi investigación con la tierra, con lo femenino y el arte de género se transformaron con el tiempo en un lazo de pertenencia y de identidad como mujer y artista. Este ha sido un camino que me ha llevado a generar un lenguaje plástico propio; conformado por la tela y la costura, trabajando la escultura visualmente desde la literalidad de su concepto de contenedor; espacio que contiene, sujeta y aguanta; entrelazando una cercanía con el espacio del útero materno lugar de cobijo, capullo y refugio.
El arte textil es una técnica que posee un profundo lazo histórico-social con la mujer; es éste el principal argumento por el cual son la tela y la costura los materiales que generan este espacio físico de contenedor; trabajando en forma aleatoria el concepto del útero que variará en una línea cronológica con las distintas etapas que vive el útero al pasar de los años; mostrando metafóricamente su transformación en cada una de las tres acentuaciones etáreas de la mujer a lo largo de su vida. Podemos mencionar a la niña, la mujer y la anciana; como muestra evidente de esta representación visual, el comportamiento de la cavidad del útero como variante a través del paso del tiempo y también como la degradación del concepto de contenedor que ha sufrido la escultura.
martes, 2 de diciembre de 2008
Entre crea y arpillera. . . .. . . .
La escultura como cuerpo híbrido.
La escultura nos muestra una manufactura a la vista, por el cosido persistente de las piezas de género que la componen, estas piezas son las que configuran la totalidad del cuerpo desde una previa unión artesanal e irregular, constituyendo así su identidad. Refiriéndonos a la identidad como aquel concepto de distinción de un cuerpo, el cual dialoga con el espectador de una forma directa, y en este caso, visual. Los Retazos de arpillera y crea, nos remiten a diferentes situaciones sociales. La arpillera es un material de uso popular utilizado en diferentes quehaceres, tales como artesanías, bordados, agricultura, etc. Y la crea por otro lado nos remite a las Bellas Artes; las pinturas como el elemento más identificador socialmente con las artes, son generadas gracias a la tensión de este género al bastidor.
Y al ser unidos a través de la costura comienzan un camino de acercamiento y conversación. Este diálogo se visualiza con una intensión poética en estos cuerpos "híbridos"; que son "híbridos" por esa unión -entre las artes y lo popular-, crudamente por medio de la costura, un método de sanación que intenta dar comienzo a un camino de disputas, congruencias, debates y analogías entre el mundo de las artes y el mundo pupular que tan alejados y dispares se han encontrado siempre a lo largo de toda la historia, pero que ahora en esta posmodernidad comienzan a unirse a través de este ecléctico mundo de las imágenes y los medios de comunicación.
Como cuerpo tridimensional, la escultura es un objeto situacional que posee la característica de trasmitir, y por ende contiene caracteres y conceptos que tangibles o no, poseen un lugar; este lugar en donde se encuentran y confluyen dichos conceptos atribuidos al cuerpo tridimensional, poseen asidero visual en este cuerpo para su deposito y regocijo.
Esta contención varía en su fondo, y por ende se verá trasformada su forma, dependiendo de que va a contener.